Cuando nos hemos alejado de la semana de Sine Dolore World Park, celebrada a principios de mayo, un detalle llama poderosamente la atención. Después de los años acumulados y de la fortísima movilización social que conlleva, Sine Dolore es un fenómeno consolidado que ha roto lo que podríamos denominar «la barrera del día siguiente». Sucede frecuentemente que tantos y tantos proyectos sociales e iniciativas colectivas, y tantos y tantos movimientos asociativos experimentan el «vacío» del día después. Cuando han cumplido con la cita anual de aquello que les da la razón de existir, parecen caer en una fase de «baja tensión», hasta el punto que los aproxima a una cierta parálisis, aunque sea momentánea. Les invade entonces, inevitablemente, la idea del deber cumplido y de la misión conquistada: algo que los proyecta sobre un punto de inacción y de descanso profundo. Diríase que son como las pantallas de los teléfonos móviles: entran en oscuridad y en un silencio que se nos antoja infinito. Es muy natural el fenómeno que describo: la condición humana común es entregarnos al descanso, así que cesa la acción —y más aún si ha resultado frenética.
Pero en la organización de Sine Dolore Foundation, esta fuente de energías humanas que impulsa el Dr. Jordi Moya, comprobamos el fenómeno contrario. Nunca hay etapas de caída de tensión, o casi nunca. El día siguiente se convierte en un resorte más fuerte y más tenaz aún. Sin solución de continuidad, el corazón no para de bombear, ni de repartir sangre, a fin de activar la cita del año siguiente. Sine Dolore Foundation es la estampa viva de lo que suele llamarse «espíritu de renovación». Adentrarse en la trama de sus arterias supone darnos cuenta del flujo sanguíneo sistemático que lo caracteriza. Sine Dolore es un «no-parar»; es una fuente inagotable de energía pareja a la idea moderna de la energía solar: constante, renovable y limpia. Eventuales nubes, claro, pueden rebajar los grados de calor, pero el sol siempre emite calorías, siempre permanece encendido.
No hay que creer, al mismo tiempo, que semejantes efectos sólo se limitan a la organización interna. Muchas repercusiones se encuentran hoy extendidas al conjunto de la musculatura de la sociedad menorquina. Admira comprobar la adhesión constante de una larga lista de ámbitos sociales: las corporaciones municipales, el Consell, IB-Salut, entidades deportivas o académicas, grupos de taxistas, restauradores, hoteleros, comercios, enfermos y familiares... La relación es extensa, marcados todos ellos por mantener una atención viva en cuanto a la progresión de Sine Dolore; o para hacer compartir opiniones sobre la pasada edición. Lo reitero: se ha creado una verdadera circulación sanguínea que haría contento al mismo Miguel Servet.
No incurrimos en extravagancias al afirmar, incluso, que Sine Dolore tiene incidencia turística, puesto que ayuda a la demanda de alojamiento entre finales de abril y la primera semana de mayo. Quizá llegará el día en que sea visto como un evento de reclamo turístico para determinadas franjas de edad. En nuestros días, no es nada nuevo que ciertos acontecimientos actúan como incentivos para generar fluctuación turística. Así ocurre, por ejemplo, en el vastísimo fenómeno del deporte. O en ciertas convocatorias de la cinematografía mundial. También en el campo de las ferias y el comercio, a la manera que lo atestigua Ifema para el caso de la ciudad de Madrid. Se trata de indiscutibles puntos de atracción para turistas y viajeros en todo el mundo. En consecuencia, ¿por qué no podemos soñar que, más pronto que tarde, Mundiplan y Imserso ofrezcan la isla de Menorca como destino «sine dolore» para jubilados y personas mayores? Las condiciones generales del territorio insular son inmejorables en todo momento del año, por la calidad de vida estable que la caracteriza.
En las primeras semanas de mayo, las propuestas son irresistibles para ese público: reunión en Menorca de médicos expertos en el tratamiento del dolor, oportunidad para contactarlos y asesorarse sobre el caso personal, conocer una isla mágica, y sentirse en ella parte activa, incluso para velar por la calidad de vida.
No podemos pedir más. Sine Dolore como movimiento social, apoyado sobre la formalidad jurídica de una fundación, ya no puede parar máquinas. Como ocurre con los organismos vivos, dispone de una cardiología que no interrumpe los latidos, ni la sangre puede cesar la irrigación sobre la anatomía entera. Algo tendrán que ver las estadísticas de la OMS, al asegurar que el 20% de la población mundial sufre dolor crónico. Si en Europa el dato supone que hay unos 60 millones de enfermos en este campo, en Menorca tendríamos que 18.000 isleños viven bajo el peso del dolor permanente. Proyectar Menorca en este mapa de la epidemiología del dolor es, sin duda, un resorte poderosísimo, en relación al que sólo se pueden extraer beneficios y alegrías. Que no pare la máquina.
Autor: Miguel Ángel Limón